Estamos en 2021. Algunos sostienen que cada diez años, Argentina entra en crisis. Creemos que no hay que atarse a esos preceptos, las crisis son consecuencias de la suma de tomas de decisiones erradas, tanto por parte de quienes emiten su voto como de los gobernantes.
En alguna época, desde aquí hemos sido críticos con algunos aspectos del Kirchnerismo. Pero tuvo que gobernar cuatro años Mauricio Macri para comprender que aquellos aspectos que no nos gustaban pasaban a otro plano. Fueron cuatro años donde si bien no hemos actualizado este blog, no la hemos pasado bien como sociedad. Esos cuatro años macristas desembocaron en la victoria del Frente de Todos, entendiendo que se podían revertir determinadas cuestiones. Recordamos que en la gestión de Macri, había desaparecido (literalmente) el Ministerio de Salud. De tan sólo pensar qué hubiera sucedido hacia fines de marzo de 2020, en pleno comienzo de la pandemia, da escalofríos saber que no existiría tal ministerio.
Luego, la complacencia hacia empresarios y banqueros adictos a Cambiemos, el aumento incesante en los servicios públicos (con la quita de los subsidios), y una economía absolutamente inclinada en favor de los sectores que más poseen y menos necesitan. Pero, la frutilla del postre, en este caso un fruto muy amargo (ni siquiera agridulce) fue el retorno del Fondo Monetario Internacional en nuestra economía, acrecentando una nueva deuda que sabe Dios cuándo se podrá cancelar. Por otro lado, en un bastión fuerte como lo es la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal tuvo que irse llorando (literalmente) tras ser ampliamente derrotada, con una economía provincial empobrecida y una escuela que voló por los aires debido a su negligencia. Todo esto motivó la victoria de El Frente de Todos, con una necesidad seguramente de revertir varias de estas situaciones. Pero, con pocas semanas de asumir, a Alberto Fernández le tocó el escenario que ningún mandatario querría: la pandemia que generó la propagación del virus Covid-19.
Allí, el macrismo jugó el mismo juego de rol que criticaba a los otros. Se habían vuelto intolerantes, fomentaron la denominada "grieta" y en el tramo inicial de la pandemia, hicieron política con algo que no tiene retorno: la salud.
Patricia Bullrich comenzó a agitar las marchas de los que estaban "en contra de la fase 1 y del encierro", en manifestaciones que no fueron controladas, sin distancia social y con algo peor que la pandemia misma: odio. El odio es el peor de los virus. Y cuanto se agita, se propaga.
Pasaron los meses, y ya en 2021, cuando el rebrote pandémico era un hecho, el Gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, desacató el DNU presidencial y ordenó que las clases volvieran a ser presenciales. En pleno rebrote. Otra vez la salud dejada de lado por una meta política. Así, hubo escuelas que tuvieron que aislar algunos grados, otras que han tapado casos, provocando que ese enfermaran docentes, y que alumnos contagiaran en sus casas a familiares.
Tras una feroz campaña en los medios no adictos al gobierno, tal vez la más brutal oposición que se haya visto desde que volvió la democracia en 1983, se llevaron a cabo las elecciones primarias (P.A.S.O). Y ahí hubo otro cantar.
¿Fue un voto castigo para Fernández? ¿Cristina le soltó la mano especulando con alguna renuncia presidencial que la favorezca? ¿La economía estancada fue la que decidió las elecciones? ¿o la foto del cumpleaños de la Primera Dama fue para ella lo mismo que para Italo Luder en 1983 aquel "cajón" que quemó Herminio Iglesias?
La foto generó indignación. Y más que justificada. No es una frase hecha, por mas que se repita en estos tiempos, decir que hubo mucha gente que no pudo despedir a sus seres queridos. Ni que hablar de visitar a padres, abuelos, en tiempos de fase 1 cuando la propia mujer del presidente (el mismo hombre que quería "agarrar a un energúmeno que había desobedecido la fase 1") violaba lo establecido. Y a esta indignación se le sumó la mentira que llevó a cabo Fernández cuando en primera instancia le consultaron sobre esta reunión.
Esta mentira pública y sin retorno, generó indignación e impotencia. Tal vez decepción. Una nueva oportunidad de cambiar la historia, para muchos se diluía. ¿Cómo puede un presidente que miente alevosamente reinvindicar la parte oscura y especuladora que tiene la política con el votante?. La foto fue, como se dice, un "camino sin retorno". Nos preguntamos, si la economía estancada también lo es.
Pero la derrota electoral del domingo 12 de septiembre, sorpresiva tanto para el oficialismo como para la oposición, abre un panorama donde sale a relucir una interna nunca resuelta entre el "Cristinismo" y el "Albertismo". El partido Juntos por el Cambio también la tiene, de hecho hace pocas semanas Patricia Bullrich tuvo un importante roce con Carolina Losada. Y ni qué hablar de la grieta interna entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Pero, como sucede en el fútbol, cuando hay un mal resultado, saltan las miserias. En este caso, del partido gobernante.
Y vamos a otro escenario, el del rock. Una banda de rock, y de música en general, no puede tener dos líderes. Y vamos a un medio, la radio: un programa de radio no puede tener dos conductores. Quien ejecuta las tareas para las que fue asignado y posee un equipo que lo acompaña en esa ejecución de la manera mas prolija posible, es una sola persona. Los dobles comandos (sobre todo en Argentina) no suelen llegar a finales felices.
Cuando emerge una derrota electoral, el piloto de tormentas debe sortear la misma. Debe llevar a cabo tranquilidad, cambios rápidos que muestren una decisión concreta en cuanto a haber "leído" el mensaje de las urnas y hacer entender que se puede seguir avanzando en una dirección determinada porque quien lo lleva adelante debe estar convencido de ello.
Alberto no lo hizo.
Estamos redactando este post un jueves 16 de septiembre de 2021. Cuatro días han pasado y no hubo cambios veloces, generando incertidumbres, rumores y malestar innecesario en la sociedad. Quienes celebraron la victoria de 2019, deben entender que la derrota está en el juego de la democracia. ¿Hubo muchísima predisposición del multimedio de Clarin para ello? Es muy obvia la respuesta. Pero también sería de necios negar que hay una economía estancada desde hace rato, comprensible en 2020 por el inicio de la pandemia pero reprochable en 2021 cuando ya se podría haber establecido un plan económico destinado a mejorar la vida de la gente. Tal vez el gobierno haya mordido el anzuelo y entrado en la rosca política que Juntos por el Cambio proponía, en vez de gobernar y concretar acciones positivas y de progreso.
Han aumentado jubilaciones y salarios mínimos, olvidando (como ya ha sucedido en épocas anteriores) algo tan simple como incrementarle a los que venían "inmediatamente arriba" de dichas jubilaciones y salarios. Aquellos, el "fiambre del medio del sánguche" se han visto perjudicados. En especial muchos trabajadores de clase media y comerciantes. Los ingresos que se les han otorgado a monotributistas que no pudieron trabajar en la fase 1 inicial, no han sido parejos. En muchos casos se han denegado. Esa realidad nunca se ha mostrado.
La pandemia generó que muchos líderes del mundo hayan perdido elecciones y en algunos casos se han marcado finales de ciclo, pero Alberto Fernández, como sostuvimos más arriba, tuvo en 2021 a su disposición la tarea de renovar a un ministro de economía que a las claras, no pudo sostener un plan adecuado. No hubo control de precios eficaz pero no hubo una idea específica de hacía dónde ir.
Nos preguntamos si en vez de Alberto, la presidenta fuera Cristina:¿Larreta se le hubiera revelado con aquel famoso DNU? ¿Cristina hubiera incurrido en celebrar con muchos familiares un cumpleaños en plena fase 1? Jamás tendremos la respuesta, pero la figura política de ella es tan fuerte, que llegamos a pensar, hoy, 16 de septiembre, si ante una imposibilidad de Alberto Fernández en sostener la situación política y social, la vicepresidenta asumiría el mando ante una eventual renuncia.
¿Es desquiciante pensar esto? En una Argentina cambiante, no lo es. Tal vez el partido gobernante considera, en algún punto, que Cristina, al ser una figura fuerte, podría ser la solución a la situación, aún con una oposición voraz.
Lo que sí tenemos en claro es que estamos ante un electorado alternante. Que vota y castiga, pero que no escucha o evalúa propuestas, plataformas, pero no porque no pueda, sino porque no las hay. La periodista Carolina Losada está a un paso de ser senadora, basándose en el slogan de campaña "hay que sacar a Cristina". Así estamos.
Tal vez, tanto el oficialismo como la oposición, sean conscientes de ese electorado "alternante" y saben que quienes se van, en cuatro u ocho años pueden volver. En un electorado alternante, las dos fuerzas principales, en corto o largo plazo, ganan.
Veremos que depara el futuro. A estas alturas, y con un partido que tiene en su seno fisuras fuertes e indisimulables, es difícil la salida. Difícil si, imposible no.
Gus
(imagen: gentileza "iprofesional)