CARTA AL DIEZ

viernes, 27 de noviembre de 2020

 



Diego, está sucediendo lo mismo que hace unos cuantos años atrás. Volvieron a aparecer los “Maestros de la Vida”. Como en aquel 1994 donde antes de saber que la contraprueba de tu frasco había sido violada te habían señalado con el dedo. Claro, no había redes sociales. En esta época cae un marciano del cielo en Argentina y ya es culpa del gobierno, de la oposición, del Papa o tuya. La palabra “empatía”, que muy de moda se puso, no la ponen en práctica ellos mismos. Entran a estados de whatsapp sin ningún respeto a criticar no opiniones, sino pesares, dolores. 

Postean en sus muros frases nacidas no sólo del resentimiento o de la envidia, sino del desconocimiento, y hacen algo peor: prejuzgan. Creen que a los que nos duele tu partida no nos afectó el padre llevando a su hija enferma de cáncer debido a retorcidos retenes; creen que no nos afectó el hecho de que la gente no pueda despedir a sus familiares o amigos muertos cuando sabemos que, protocolo mediante se podría haber hecho. Creen que no nos afectan los menores violados, las mujeres (y los hombres) destratados. Ellos señalan, ellos juzgan. Ojo, tal vez tengan parientes o amigos que se hayan mandado macanas iguales o peores a las tuyas. Pero no sólo no lo van a reconocer, sino que seguirán, como corresponde, tratando bien a sus parientes o a sus amigos.  O por ahí ellos mismos tal vez hayan tenido algún desliz. Pero no lo van a reconocer, no es tiempo, no es hora. Es tiempo y hora de señalarte, de juzgarte una vez más, de recordar tu pasado con la droga, tu destrato hacia tu hijo mayor, pero sin mencionar que tuviste los huevos públicamente de admitir tu error y reconocerlo. Eso no lo van a decir. No van a decir que te enfrentaste a los más poderosos, porque hoy en día, cualquiera es “guapito” detrás de un monitor, pero vos le dijiste al Papa Juan Pablo II que el Vaticano debería vender sus tesoros y darle de comer a los pobres de Africa. 

Vos te enfrentaste al jefe máximo que tuvo la FIFA, al cretino y ruin más poderoso que hemos conocido los que somos contemporáneos tuyos. Te enfrentaste a todo un país que nos silbaba el himno, provocando el fin de tu carrera allá. Pero no te preocupes, ésos del sur de Italia te veneran y te valoran tal vez más que algún que otro energúmeno que te juzga y señala. Ninguno de esos enfrentamientos van a mencionar. Muchos de los que critican tu personalidad, tal vez sean admiradores de algún cantante o artista con tantos o más problemas que vos. Se preocupan por el distanciamiento cuando algunos fueron a las marchas anti cuarentena, o simplemente cuando van por la calle con el barbijo por la mitad o se ponen a hablar con amigos en la calle a puro grito escupiendo y tosiendo. Y si ellos no lo hacen, no señalan, no juzgan a quien sí lleva a cabo esas acciones. No entienden que no hay pandemia, que no hay virus posible que pueda derribar la idolatría hacia un ídolo popular, hacia alguien que nos dio, a través de nuestro juego más popular, alegrías imposibles de explicar.

 

Es más que un partido contra los ingleses, es más que un Mundial. Vos sos alguien a quien una vez un médico a quien estaban por ejecutar en un remoto país dijo “Maradona” y eso le salvó la vida. Pero eso no lo van a decir. Se regodean viralizando tu foto con los miserables que armaron tu sepelio y se sacaron selfies con tu cuerpo muerto. Creen que el amor que tenemos hacia vos es motivo de otro enfrentamiento político. Aprovechan toda ocasión para sacar su pobredumbre afuera. 

¿Sabés que, Diego? No des bola, yo creo que tendrían que haberte velado en la Bombonera, porque fuiste hombre de fútbol, y era el club que amabas, sobre todo cuando jugabas afuera no dejabas de preguntar por el resultado de tu querido Boca. Creo que debió ser sobre un césped y la gente en las tribunas desfilando y aplaudiéndote. Uno, dos, tres días o los que llevase de tiempo, bien organizado, con protocolo. Que loco, tu primer amor no dejó que entrara a despedirte tu último amor. Pero acá todo se mezcla y era la oportunidad, te estaban esperando. Algunas generaciones viejas te esperaban y algunos de los hijos de esas generaciones se hacen los intelectuales de libro y repiten como loritos lo que escucharon, pero no lo vivieron. Y no tienen empatía con quienes estamos dolidos por tu partida. No les des bola Diego, gracias de corazón por tantas alegrías. Gracias por ser el mejor del mundo y endulzarnos la vida con tu arte.

Gus

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